miércoles, 7 de marzo de 2007

PRIMERO BOURDIEU, LUEGO GEERTZ, AHORA JEAN BAUDRILLARD - Y QUIEN NOS QUEDA COMO CONCIENCIA CRITICA?

Murió ayer a los 77 años una de las voces críticas de nuestro tiempo. Un trozo de su voz que quedará para siempre en nuestra memoria:


¿Y si la realidad se disolviera bajo nuestros ojos? No en la nada, sino en lo más real que lo real (¿el triunfo de los simulacros?).
¿Si el universo moderno de la comunicación, de la hipercomunicación, nos hubiera sumido no en lo insensato, sino en una enorme saturación de sentido, consumiéndose con su éxito; sin juego, sin secreto, sin distancia?
¿Si toda publicidad fuera la apología no de un producto, sino de la publicidad?
¿Si la información no remitiera ya a un acontecimiento , sino a la promoción de la propia información como acontecimiento ?
¿Si la Historia no fuera más que una memoria sin pasado, acumulativa a instantánea? ¿Si nuestra sociedad ya no fuera la del "espectáculo", como se decía en el 68, sino, más cínicamente, la de la ceremonia?
¿ Si la política no fuera más que un continente cada vez más periclitado, sustituido por el vértigo del terrorismo, de la toma de rehenes generalizada, es decir, la figura misma del intercambio imposible?
¿Si toda esta mutación no dependiera, como creen algunos, de una manipulación de los sujetos y las opiniones, sino de una lógica sin sujeto en la que la opinión se desvanecería en la fascinación?
¿Si la pornografía significara el fin de lo sexual como tal, a partir del momento en que lo sexual, bajo la forma de lo obsceno, lo ha invadido todo?
¿Si la seducción sucediera al deseo y al amor, es decir, también allí el reino del objeto al del sujeto?
¿Si de repente la estrategia sustituyera a la psicología?
¿Si ya no se tratara de oponer la verdad a la ilusión, sino de percibir la ilusión generalizada como más verdadero que lo verdadero?
¿Si ya no hubiera otro comportamiento posible que el de aprender, irónicamente, a desaparecer?
¿Si ya no hubieran más fracturas, líneas de fuga y rupturas, sino una superficie plena y continua, sin profundidad, ininterrumpida? ¿Y si todo ello no fuera entusiasmante ni desesperante, sino fatal? (*)

(*) Fuente: Jean Baudrillard, El otro por sí mismo. Anagrama, Barcelona, 1997.

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