martes, 27 de febrero de 2007

Del individualismo y la injusticia


Hoy he estado pensando en porqué las personas aceptan que ocurran ciertos hechos que a toda luz son injustos, a veces criminales. En la encuesta sobre actitudes políticas del PNUD en América latina en varios países la gente dijo tolerar ciertos grados de dictadura o falta de democracia con tal de que las cosas para ellos fueran bien. En la emergencia del sujeto moderno, la individualidad ha emergido como la única verdad. El colectivo, solo importa si me beneficia.

A propósito de Colombia, con los escándalos actuales y pasados, desde que me acuerdo, de los 50s, pasando por Trujillo, el palacio de Justicia y Chengue, la gente tiene al frente las evidencias de la injusticia y de sus perpetradores. Hoy sin embargo, rodean a una propuesta autoritaria ligada al narcoparamilitarismo. Con la representación creada que el único problema que tiene Colombia es la Guerrilla, esta propuesta se alza con los ideales de seguridad y bienestar. Para que cada individuo pueda progresar. Y el individualismo rampante hace presa de las personas, que se dicen para sus adentros, bueno que importa unos muertitos más si al final estaré bien y podré ir a mi finca, O en el sector popular “algo debería, por eso le dieron”.

No importan las evidencias que día a día aparecen. La gente sigue obnubilada, cuando no vomitando vivas a “nuestro querido presidente” ¡adelante presidente! Es el grito. Por fin tenemos a un hombre – patriarca con pantalones que no le asustan las gavillas. De esos que dicen “mejor aquí murió y no aquí corrió”. Al final de los muertos, el desplazamiento, los desaparecidos, la guerrilla fortalecida, nos prometen ríos de leche y miel. De los únicos ríos que me acuerdo es del Cauca y el Magdalena con los cuerpos de Trujillo, de Barranca, de San Pablo.

Y es que no sabemos estas cosas, es que las olvidamos? Quizás convenientemente las olvidamos. En esta combinación de machismo patriarcal, del honor, de la fuerza y la violencia y de las pequeñas tranzas e injusticias que cometemos día a día, justificándolas, las personas apoyan el camino fácil, la muerte, la desaparición, el secuestro.

Cuando no se es capaz de reconocer al otro cómo válido, como persona, cuando vemos lo injusto y a pesar de eso justificamos la acción que realizamos, por la razón que sea, estamos construyendo en nuestros pequeños mundos la dictadura. Cuando estigmatizamos y discriminamos por sexo, por raza, por edad, por generación, por identidad sexual, por cualquier característica, estamos avanzando a una sociedad totalitaria. Desde nuestro cuerpo, nuestra casa a nuestro mundo.

Lyotard dice que es en el lenguaje del otro que nos reconocemos a nosotros mismos. Que es el otro nuestro espejo como personas. Allí empezamos a vernos cómo congéneres. Pero para ver al otro se necesita un sentido de la justicia, de que no se puede vulnerar al otro inventándonos razones individualistas. Se requiere de un horizonte ético de justicia desde las pequeñas decisiones individuales hasta las grandes decisiones colectivas.

Según la encuesta mundial de valores, los colombianos somos el segundo pueblo más feliz del mundo. Quizás somos felices en nuestro individualismo egoísta, lleno de desencuentros, de muertes, de criminales que visten bien y de nuestras egoístas razones para ser injustos cada día en pequeños actos.

Un día pensaremos como nuestros indígenas y campesinos que hablaban de “su persona” y el moderno citadino se reía al oír esto: de “supersona”, un vocablo que reconocía al otro por ser lo que es: Un ser humano, una persona. En cambio se le volvió coloquial a la gente el sumercé, instituido por la dominación española. La dominación cumple su tarea y cómo decía Foucault, llega un día en que el vigilante no nos necesita controlar, porque nosotros mismos somos nuestro vigilante.
Afortunadamente, por ahí en algún lugar, pululan las resistencias.

1 comentario:

Augusto Pacheco Sanchez dijo...

la reflexion es exelente, pienso que es un buen inicio, "adelante chino" siga escribiendo que siempre habra quienes escuchen y reflexionen, escupamos todo lo que hay que escupir, para que por lo menos nuestra memoria no se olvide , hagamosla publica, y no la dejemos solo con nuestros amigos por que en cualquier momento los amigos tambien nos olvidan.